martes, 24 de mayo de 2016

Ética en el oficio de las armas y las letras


“…el alma me pesa de haber tomado este ejercicio de caballero andante en edad tan detestable como es esta en que ahora vivimos, porque aunque a mí ningún peligro me pone miedo, todavía me pone recelo pensar si la pólvora y el estaño me han de quitar la ocasión de hacerme famoso y conocido por el valor de mi brazo y filos de mi espada…” (DQM, cap: XXXVIII)


     Nunca he terminado de leer “Don Quijote de la Mancha”. He tardado diez años de mi vida en concluir el primer tomo. Lo leo sin constancia, pero sé que un día lo concluiré bien releído. Que leer esta obra es como escribir otro libro, insinuaría Borges en su cuento Pierre Menard, autor del Quijote. Cuando regreso a sus páginas siempre noto algo familiar. Muy pocas obras logran eso en el lector, saber que estás siguiendo la misma secuencia de historia que abandonaste. Si una obra literaria no logra hacernos recordar el entramado de sus pasajes, no marca una continuidad apreciable o cualquier tipo de referencia al argumento central, es un caso perdido.



       Para concebir la ficción en el Quijote, hay que tomar en cuenta la importancia de los demás libros que lo conforman. El personaje protagónico: don Quijote de la Mancha, aparte de representar una especie de heterónimo del autor, es también una respuesta a la literatura de caballería, en el momento culmine de una tradición. Cervantes extrae el carácter vital de los arquetipos caballerescos, honor y virtud, modernizados en un héroe utópico, que en realidad figura el caos y la locura. La cantidad de peripecias es innumerable, éstas pueden leerse sin orden aparente, ubicando muy bien los puntos exactos donde la historia hace digresiones o pausas. Todos los libros del Quijote son las vidas de los personajes secundarios que lo conforman. El núcleo de la narración tiende a inclinarse hacia el caballero andante, a veces a su escudero Sancho Panza, como dos formas dinámicas de la misma acción. El libro debió ser toda una singularidad para su época, el argumento es simple y arriesgado: un loco se lanza al mundo, toma justicia por sus propias manos, bajo viejos códigos de caballería andante. La tarea del autor es reinterpretar la “ética moderna”, satirizada en un mundo sin héroes, tiempo en el que los españoles han descubierto un nuevo continente. Entonces los caballeros andantes dejaron de vagar por Europa, enfrentando gigantes para salvar a princesas; en lugar de eso conquistaron las civilizaciones mal llamadas indias. Si los caballeros de Carlos V hubieran tenido algo de la locura del Quijote, una conquista muy diferente hubiera sido la de América Latina. El valeroso hidalgo representa la figura anticuada, irreverente a una sociedad utópica, sujeto a la contradicción de los valores que defiende. Don Quijote no sabe que está loco, sólo los locos se dan cuenta de su padecimiento.


     “…quizá la caballería y los encantos de estos nuestros tiempos deben de seguir otro camino que siguieron los antiguos. Y también podría ser que, como yo soy nuevo caballero en el mundo, y el primero que ha resucitado el ya olvidado ejercicio de la caballería aventurera, también nuevamente se hayan inventado otros géneros de encantamientos…” (DQM, cap: XLVII)

     Y si la civilización es la locura del mundo, algo semejante al Quijote experimenta un escritor en nuestros días, así la ética de tomar por oficio las armas o las letras, pues se necesita de un complejo desarrollo de valores, personales ante todo, a la hora de concebir obras no sólo de interés o entretenimiento. A esto refieren los capítulos XLVII y XLVIII, donde el canónigo y el cura infieren acerca de la literatura de caballería, poniendo en duda la verosimilitud de aquellas historias ante la vida real. Esta discusión entre el sentido fantástico y la simulación realista de cualquier obra, ha derivado en múltiples análisis a lo largo de la teoría literaria; Cervantes de Saavedra, a partir del capítulo Discurso acerca de las armas y las letras, hace un verdadero ensayo de su propio libro, basado en una crítica a la literatura del siglo XVII. El escritor lega una imagen del mundo que desconoce a las personas del futuro, la sociedad puede seguir desmoronándose mientras tanto. 


Gregorio Ruiz Eñor

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 Estos y otros gravados de Gustave Doré en: http://es.123rf.com/

jueves, 5 de mayo de 2016

Paradigmas juveniles en el cine de autor


Porque no se trata de hacer una reseña como tal, sino de analizar algunas diferencias y similitudes que, después de ver estas dos películas, surgieron a modo de directrices temáticas. En ambos argumentos es explícito el tema de la juventud. ¿Cómo se percibe actualmente el papel de los jóvenes, en el cine independiente? A través de dos visiones distintas, apegadas al artificio de su arte, estos autores realizan una estupenda introspección de los valores que conforman a la juventud actual. 




Por un lado, con “Guten Tag Ramón” (2013), tenemos una interpretación de la realidad, abordado desde la perspectiva de los jóvenes migrantes. Un país como Alemania, que pese a los conflictos armados más devastadores del siglo XX y el racismo latente en sus barrios bajos, logra convertirse en una nación empática, semejante a la mexicana en muchos aspectos, pero ante todo, a la manera de asumir sus respectivas tragedias. La intención de Jorge Ramírez Suarez era precisamente ésa: desmitificar al monstruo gótico en una época no romantizada, tarea a veces difícil, debido, no sólo a la barrera del lenguaje, sino al prejuicio social. Recuerdo un diálogo entre Ramón (el protagonista), casi al final del filme, con su madre, después de haber regresado de Alemania. Ella le pregunta cómo es la nación teutona, y él contesta: un país lleno de castillos antiguos y mucha nieve. Esas agallas que tiene el joven mexicano de huir no sólo del hambre y la escasez, sino del narcotráfico, lo impulsa a adaptarse en un país lejano, desconocido, con tal de enviar dinero a casa. La juventud actual se sobrepone al papel que la sociedad le suele imponer. Vemos un joven capaz de tomar decisiones, aventurarse y vivir lo mejor posible, haciendo del país teutón, un segundo hogar.




Por otro lado está “Wholetrain” (2006) de Florian Gaag, donde la juventud adquiere otro carácter. Así ambas películas son diferentes y, al mismo tiempo, empatan en el manejo del tema. En esta ocasión se trata de un grupo de grafiteros, que contrarios al honrado y a veces ingenuo personaje de Ramón, intentando desenvolverse en las calles de Alemania, éstos se adueñan de las mismas. El arte urbano es vital para hacerlo. Entre los grafiteros es común competir, como grandes artistas deben marcar su territorio con tagers y realizar murales en los vagones del tren, estando inactivos en los talleres. Aquí vemos la enorme diferencia en la conducta de la juventud. Los personajes de “Wholetrain”, parecen decir: “el arte va en serio, nada nos detendrá”. Son la expresión de la adrenalina, la trasgresión del espacio público en búsqueda de un espacio propio, para realizarse como artistas y ser cada día mejores, incluso poniendo en riesgo sus vidas.


Nastero Olvido




miércoles, 4 de mayo de 2016

Si nos atraviesa




La tensión que generamos al no abrir los ojos,
aun acercándose lo inevitable,
es proporcional a la fuerza que impactará nuestros labios.


Ulisses Luján