“…el alma me pesa de haber tomado
este ejercicio de caballero andante en edad tan detestable como es esta en que ahora
vivimos, porque aunque a mí ningún peligro me pone miedo, todavía me pone
recelo pensar si la pólvora y el estaño me han de quitar la ocasión de hacerme
famoso y conocido por el valor de mi brazo y filos de mi espada…” (DQM, cap:
XXXVIII)
Nunca he terminado de leer “Don Quijote de
la Mancha”. He tardado diez años de mi vida en concluir el primer tomo. Lo leo
sin constancia, pero sé que un día lo concluiré bien releído. Que leer esta
obra es como escribir otro libro, insinuaría Borges en su cuento Pierre Menard, autor del Quijote. Cuando
regreso a sus páginas siempre noto algo familiar. Muy pocas obras logran eso en
el lector, saber que estás siguiendo la misma secuencia de historia que
abandonaste. Si una obra literaria no logra hacernos recordar el entramado de
sus pasajes, no marca una continuidad apreciable o cualquier tipo de referencia
al argumento central, es un caso perdido.
Para concebir la ficción en el
Quijote, hay que tomar en cuenta la importancia de los demás libros que lo
conforman. El personaje protagónico: don Quijote de la Mancha, aparte de
representar una especie de heterónimo del autor, es también una respuesta a la
literatura de caballería, en el momento culmine de una tradición. Cervantes
extrae el carácter vital de los arquetipos caballerescos, honor y virtud, modernizados en un héroe utópico, que en realidad figura el caos y la locura. La cantidad de
peripecias es innumerable, éstas pueden leerse sin orden aparente, ubicando muy
bien los puntos exactos donde la historia hace digresiones o pausas. Todos los
libros del Quijote son las vidas de los personajes secundarios que lo
conforman. El núcleo de la narración tiende a inclinarse hacia el caballero
andante, a veces a su escudero Sancho Panza, como dos formas dinámicas de la misma
acción. El libro debió ser toda una singularidad para su época, el argumento es
simple y arriesgado: un loco se lanza al mundo, toma justicia por sus propias
manos, bajo viejos códigos de caballería andante. La tarea del autor es reinterpretar
la “ética moderna”, satirizada en un mundo sin héroes, tiempo en el que los
españoles han descubierto un nuevo continente. Entonces los caballeros andantes
dejaron de vagar por Europa, enfrentando gigantes para salvar a princesas; en
lugar de eso conquistaron las civilizaciones mal llamadas indias. Si los caballeros
de Carlos V hubieran tenido algo de la locura del Quijote, una conquista muy diferente
hubiera sido la de América Latina. El valeroso hidalgo representa la figura
anticuada, irreverente a una sociedad utópica, sujeto a la contradicción de los
valores que defiende. Don Quijote no sabe que está loco, sólo los locos se dan
cuenta de su padecimiento.
“…quizá la caballería y los encantos de
estos nuestros tiempos deben de seguir otro camino que siguieron los antiguos.
Y también podría ser que, como yo soy nuevo caballero en el mundo, y el primero
que ha resucitado el ya olvidado ejercicio de la caballería aventurera, también
nuevamente se hayan inventado otros géneros de encantamientos…” (DQM, cap:
XLVII)
Y si la civilización es la locura del
mundo, algo semejante al Quijote experimenta un escritor en nuestros días, así la
ética de tomar por oficio las armas o las letras, pues se necesita de un
complejo desarrollo de valores, personales ante todo, a la hora de concebir
obras no sólo de interés o entretenimiento. A esto refieren los capítulos XLVII
y XLVIII, donde el canónigo y el cura infieren acerca de la literatura de
caballería, poniendo en duda la verosimilitud de aquellas historias ante la
vida real. Esta discusión entre el sentido fantástico y la simulación realista de
cualquier obra, ha derivado en múltiples análisis a lo largo de la teoría
literaria; Cervantes de Saavedra, a partir del capítulo Discurso acerca de las armas y las letras, hace un verdadero ensayo
de su propio libro, basado en una crítica a la literatura del siglo XVII.
El escritor lega una imagen del mundo que desconoce a las personas del futuro, la sociedad puede seguir desmoronándose mientras tanto.
Gregorio Ruiz Eñor
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Estos y otros gravados de Gustave Doré en: http://es.123rf.com/
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