viernes, 4 de marzo de 2016

Las corrientes del río Viosa


     




Menecio, hijo de Jápeto y Asia, caro al fuego de Cronos, era uno de los titanes sublevados al trono de Zeus durante la titanomaquia. Un día este gigante se encontraba tirado en los valles del río Viosa, cuando comenzó a escuchar el melodioso flautín de un aeda componiendo a la lejanía. Mientras se encontraba deleitado por aquella parafernalia, el titán extravió su imaginación en las pasiones más carnales, tanto fue así, que del otro lado del río divisó a Atenea, bañándose con un grupo de mujeres. Al principio también Menecio dudó que aquello fuera posible: ¿una diosa como Atenea, con la guardia baja? Pero en el fondo del titán también se había fraguado un sentimiento más odioso que el mero impulso de violarlas, de algún modo pensaba amar a cada una de ellas y cambiar su postura frente a Zeus por haber creado tanta belleza. Cruzó el río y caminó en dirección a las mujeres que reían y chapoteaban entre las aguas, pareciendo un grupo de nereidas indefensas, ignorantes al cruel destino que se avecinaba. De pronto, Menecio sintió su tobillo ser sujetado por una liana, la otra pierna también quedó inmovilizada, tarde comprendió que aquello se trataba de una trampa que lo conduciría al Hades. Cuando el cielo se desgarró, Zeus ya le había lanzado un relámpago homicida entre las piernas. Aquella tarde, las corrientes del río Viosa se bifurcaron, una de ellas se convirtió en el salvaje y tempestuoso caudal del Drino, y la otra en las clamosas aguas del Aoos, donde juegan las ninfas.  


Gregorio Ruiz-Eñor

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