De nuevo caminamos sin sentido.
Las piernas y los pies se mueven en un acto involuntario hacia ningún lugar. A
veces damos hasta 9 vueltas por los mismos lugares, por las mismas calles. 9
círculos desesperados; como si esperáramos que a la siguiente vuelta todo fuera
diferente. Pero nada. Todo sigue igual. 9 círculos hacia el Inframundo y
seguimos caminando. Encrucijadas encontramos a nuestros pies, al azar eligen
una dirección dentro de este infierno terrenal.
Ya no somos los que dirigimos
nuestros pasos. Nos son indiferentes las sendas. Todas están bañadas por una
monotonía repulsiva, por una nauseabunda repetitividad. Todas parecen igual de
grises, igual de deprimentes. Más aún, cuando ya sabemos que todas desembocan en
el Mictlan. Ya las brujas Christine y Stevie revelaron la máxima cósmica: No road is the right road.
No sabemos qué más hacer. Tenemos
bien presente que debemos prepararnos para la muerte, guardar un poco de
capital para pagar una cremación o algo por el estilo, para no dejar con esa
chocante carga a quien sea que se encuentre cerca de nosotros, en el momento en
que el azulado Shinigami nos guíe al Vagomundo... Si para ese instante
siguieran vivos nuestros familiares y amigos importantes, lo más probable es
que alguno de ellos se encargaría de nuestro funeral. Pero, seguramente en
nuestra locura romperemos todo lazo con familiares y amigos, para morir al poco
tiempo a solas, a un lado del camino, o en medio del desierto, el bosque, la
selva o la jungla de asfalto. Es imposible predecir dónde decidirán las
piernas y los pies; que será un buen lugar para ser reabsorbidos por el
universo. Tal vez quieran ser comidas por las ratas en una gran y decadente
ciudad del mundo, un Los Ángeles, New Orleans, Cali, Mumbai, Bangkok. O podrían
desear ser devoradas por coyotes en el desierto Mexicano, o jaguares en la
selva del Amazonas, o tan sólo terminar en el fondo del mar...
Ya no sabemos hacia dónde
continuar. No queremos simplemente rendirnos y esperar que llegue la muerte,
varados e inmóviles en este ficticio sosiego... Pero tampoco queremos salir a
conquistar el mundo, a demostrar que somos más que los demás, que sabemos y tenemos
más que ellos. No nos emociona la idea de ganar grandes cantidades de dinero,
ni ser especialistas en una disciplina ciencia X. Rechazamos los credos y
doctrinas cuyo ideal es laborar para un patrón o convertirse en patrón; no
importa qué tipo de dictador, da igual si es el déspota que dirige una gran
corporación, una oficina, la línea de producción de una fábrica o el traficante
del barrio... Ir por los caminos de la resistencia y la descolonización suena
atractivo, pero no lo es tanto al ser perseguido por el Estado, la Iglesia o
una Transnacional; ser clasificado como esquizofrénico, marginalizado,
desaparecido, desahuciado.
Frecuentemente nos preguntamos
qué pensarían nuestros padres, maestros y amigos, si escucharan nuestros
sentimientos... Que sentirían las grandes mujeres, brujas-guerreras de gran
fortaleza y valentía: nuestra madre y las amigas y/o amantes que tanto han
confiado en nosotros y, al decir de ellas, en nuestras capacidades, al vernos
ahora convertidos en Ronin... Y nosotros mismos no sabemos exactamente por qué
nos convertimos en uno. Suponemos que es porque no hemos podido dar una
expresión cabal a todos y cada uno de la multiplicidad de seres que habitan
este cuerpo depravado que llamamos Tlacatecolotl. Creemos que sin esta comunicación
íntegra y dialógica es imposible canalizar las peculiaridades, particularidades
y talentos de cada ser, hacia una o varias actividades específicas que le
brinden paz y regocijo a cada uno de estos seres; que todos consigan el placer
del sosiego, y no solo nuestra parte corporal-material.
El problema es que todos hablamos
al mismo tiempo, y entre tanto mitote nunca se llega a nada; por estar
discutiendo unos con otros es que nos dirige el azar... Sinceramente creemos
que todo se debe a que desde temprana edad, por motivos, situaciones,
posiciones estelares desconocidas, por alguna brujería o alguna otra causa más
oscura, estamos cansados de entretejernos entre la red de las vidas de los
demás. Por muy pocas personas sentimos verdadera preocupación, afecto, amor,
respeto. Todos los demás son como fantasmas; seres de una dimensión inmunda.
Nos parecen repulsivas sus palabras sus horribles sentimientos: odio, lujuria,
omnipotencia, avaricia, codicia. Con excluyentes y dominantes conceptos. Formas
de habitar escandalosas, toda la trama de sus vidas (de la sociedad) nos parece
aberrante, nos es insoportable...
Cocijo
***
Estas y otras xilografías de Frans Masereel aquí.
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