miércoles, 13 de julio de 2016

Tlacatecolotl: simulacro de muerte


De nuevo caminamos sin sentido. Las piernas y los pies se mueven en un acto involuntario hacia ningún lugar. A veces damos hasta 9 vueltas por los mismos lugares, por las mismas calles. 9 círculos desesperados; como si esperáramos que a la siguiente vuelta todo fuera diferente. Pero nada. Todo sigue igual. 9 círculos hacia el Inframundo y seguimos caminando. Encrucijadas encontramos a nuestros pies, al azar eligen una dirección dentro de este infierno terrenal.
     Ya no somos los que dirigimos nuestros pasos. Nos son indiferentes las sendas. Todas están bañadas por una monotonía repulsiva, por una nauseabunda repetitividad. Todas parecen igual de grises, igual de deprimentes. Más aún, cuando ya sabemos que todas desembocan en el Mictlan. Ya las brujas Christine y Stevie revelaron la máxima cósmica: No road is the right road.




     No sabemos qué más hacer. Tenemos bien presente que debemos prepararnos para la muerte, guardar un poco de capital para pagar una cremación o algo por el estilo, para no dejar con esa chocante carga a quien sea que se encuentre cerca de nosotros, en el momento en que el azulado Shinigami nos guíe al Vagomundo... Si para ese instante siguieran vivos nuestros familiares y amigos importantes, lo más probable es que alguno de ellos se encargaría de nuestro funeral. Pero, seguramente en nuestra locura romperemos todo lazo con familiares y amigos, para morir al poco tiempo a solas, a un lado del camino, o en medio del desierto, el bosque, la selva o la jungla de asfalto. Es imposible predecir dónde decidirán las piernas y los pies; que será un buen lugar para ser reabsorbidos por el universo. Tal vez quieran ser comidas por las ratas en una gran y decadente ciudad del mundo, un Los Ángeles, New Orleans, Cali, Mumbai, Bangkok. O podrían desear ser devoradas por coyotes en el desierto Mexicano, o jaguares en la selva del Amazonas, o tan sólo terminar en el fondo del mar...



     Ya no sabemos hacia dónde continuar. No queremos simplemente rendirnos y esperar que llegue la muerte, varados e inmóviles en este ficticio sosiego... Pero tampoco queremos salir a conquistar el mundo, a demostrar que somos más que los demás, que sabemos y tenemos más que ellos. No nos emociona la idea de ganar grandes cantidades de dinero, ni ser especialistas en una disciplina ciencia X. Rechazamos los credos y doctrinas cuyo ideal es laborar para un patrón o convertirse en patrón; no importa qué tipo de dictador, da igual si es el déspota que dirige una gran corporación, una oficina, la línea de producción de una fábrica o el traficante del barrio... Ir por los caminos de la resistencia y la descolonización suena atractivo, pero no lo es tanto al ser perseguido por el Estado, la Iglesia o una Transnacional; ser clasificado como esquizofrénico, marginalizado, desaparecido, desahuciado.
     Frecuentemente nos preguntamos qué pensarían nuestros padres, maestros y amigos, si escucharan nuestros sentimientos... Que sentirían las grandes mujeres, brujas-guerreras de gran fortaleza y valentía: nuestra madre y las amigas y/o amantes que tanto han confiado en nosotros y, al decir de ellas, en nuestras capacidades, al vernos ahora convertidos en Ronin... Y nosotros mismos no sabemos exactamente por qué nos convertimos en uno. Suponemos que es porque no hemos podido dar una expresión cabal a todos y cada uno de la multiplicidad de seres que habitan este cuerpo depravado que llamamos Tlacatecolotl. Creemos que sin esta comunicación íntegra y dialógica es imposible canalizar las peculiaridades, particularidades y talentos de cada ser, hacia una o varias actividades específicas que le brinden paz y regocijo a cada uno de estos seres; que todos consigan el placer del sosiego, y no solo nuestra parte corporal-material.



     El problema es que todos hablamos al mismo tiempo, y entre tanto mitote nunca se llega a nada; por estar discutiendo unos con otros es que nos dirige el azar... Sinceramente creemos que todo se debe a que desde temprana edad, por motivos, situaciones, posiciones estelares desconocidas, por alguna brujería o alguna otra causa más oscura, estamos cansados de entretejernos entre la red de las vidas de los demás. Por muy pocas personas sentimos verdadera preocupación, afecto, amor, respeto. Todos los demás son como fantasmas; seres de una dimensión inmunda. Nos parecen repulsivas sus palabras sus horribles sentimientos: odio, lujuria, omnipotencia, avaricia, codicia. Con excluyentes y dominantes conceptos. Formas de habitar escandalosas, toda la trama de sus vidas (de la sociedad) nos parece aberrante, nos es insoportable...


Cocijo

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Estas y otras xilografías de Frans Masereel aquí.


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