Madre inferior de mandíbulas abiertas,
A ti está dirigido este profuso canto
Para que intercedas y contemples
A las hijas de la noche desprotegidas.
He aquí tierra para nutrirnos,
Suficiente para dar a luz nuestra colonia.
Desecho que tienes por alimento,
Dirigido a las profundidades robustas
Donde enverdecen semillas turquesa.
También las flores respiran
Cuando bañas sus raíces de nuevo.
Niñas del oro que limpian las sombras,
Madres fecundas en la noche aciaga.
He aquí nuestro primer contacto
Venimos acarreando los aguaceros,
Regamos suficientes por el camino,
Para la piel desnuda el mejor de los néctares.
Vibren con la danza del granizo
Ondulen en gargantas del misterio.
Reviren adentro, en el Tlalocan, para enverdecer
Las faldas con que nacieron los cerros.
Una cueva es nuestra colonia, de allí el
calor que las embriaga,
A través de esta tierra descendemos
Dejando tatuadas huellas de esfuerzo:
Túneles más túneles, debajo de plantíos y
jardines,
Huertos de comida hasta entonces desconocida,
Árboles frutales donde renace la calma de los
desdichados,
Temerarios cultivos que florecen en secreto.
De la inmundicia el primer alimento:
Sientan cómo vibra nuestra sangre, va a
llover a cantaros.
Hijas de la noche eterna, cuando escuchemos
sus himnos
Hasta entonces en silencio.
Hijas del destello obsidiana,
Henos aquí esperando la doble-mente comida
Esta sepultura que da a luz nuestros
esfuerzos
Cavidades de madre subterránea, madre
inferior
Que nos aguardas con las mandíbulas abiertas,
Aquí te presentamos a tus hijas, resguárdalas
en tu seno,
Ellas son pequeñas y débiles, fortalécelas en
el Tlalocan,
Límpiales los ojos por los que no ven,
Límpiales el cuerpo por el que no respiran,
Abrázalas con rezos que ni siquiera escuchan.
He aquí nuestro pedacito de tierra
A ti está dirigida nuestra ofrenda,
Esta danza fértil de las siete cuevas del
conocimiento.
Madre de las sierpes, protege a estas niñas
en las sombras.
Y que ni tlacuache, zanate, lagartija,
ciempiés, mosca u hombre deshonesto,
Vengan a asomarse siquiera a los bordes del
inframundo,
Piérdeles la conciencia si esto sucede,
Que para ellos no vuelva a llover en sus
tierras,
Que se les pudran las manos si tocan
la coa.
Y sus voces se extravíen dentro de esta
cueva.
Cualquier intruso que pise este pedacito de
tierra
Te lo ofrecemos de alimento.
Madre inferior de mandíbulas abiertas,
A ti está dirigido este profuso canto
Para que intercedas y contemples
A las hijas de la noche desprotegidas.
Anónimo
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